[uylug-varios] Fwd: Cuando hablemos de software, hay que recordar que la clave es la libertad

Enrique Verdes emverdes at ieee.org
Fri Dec 21 05:45:17 PST 2012


Enviado por Gallego a través de Google Reader:


Cuando hablemos de software, hay que recordar que la clave es la libertad

vía Posts de Jose Alcántara en Versvs.net de versvs el 21/12/12

Decía Lawrence Lessig que el código es la ley, hace una larga década
cuando publicó su Code and other laws of the cyberspace. Creó Creative
Commons y hubo consenso en torno a sus palabras. Más o menos al mismo
tiempo, y contemplando el mundo desde un ángulo muy diferente, Richard
Stallman escribió otro libro que parte de una hipótesis similar: Free
software, free society (PDF). Coincidiendo en el mensaje general,
ambos, Lessig y Stallman, no podrían estar más lejos en sus formas:
mientras uno estableció un entramado legal complejo y confuso (tanto
que años después planean renombrar las licencias CC no libres para
evitar ambigüedades) que amenaza con implicar el sentido de la
restricción de copia en el ADN de la sociedad, otro estableció el
marco práctico en el que habría de desenvolverse una sociedad que,
dependiendo de infinidad de computadoras, quiera ser libre.

Eran años de soñar con entusiasmo el mundo digital que queríamos
construir. El arrebato estatal contra Internet apenas había dado los
primeros síntomas de lo que posteriormente fue (y está siendo) la
sociedad de control y Barlow resonaba fresco en nuestra memoria con
una cierta ingenuidad.

Actualmente, muchos han olvidado la lección que Lessig y Stallman
enseñaron. La lección, como digo, es que en una sociedad digitalizada,
el código es la ley. El que diseña la herramienta decide la lógica con
la que se codifican las cosas en la misma. Dice Jaron Lanier que en su
afán por encasillar forzadamente a las personas en «solteros, en una
relación o buscando una relación», Facebook amenaza con eliminar esa
infinidad de matices que nos definen como únicos y que las
consecuencias sólo las veremos de verdad más adelante. En Facebook no
puedes definirte como «nos estamos conociendo pero no hay nada serio
(aún)», o «algo hay, y de verdad estoy guay, pero no sé... ¿novios?
Vértigo». El código es la ley y por eso es Apple el que decide el modo
en que los datos se sincronizan en su iCloud, al usuario resta el
papel de escoger entre las opciones prefijadas por el programador.
Igual que el usuario de Facebook podía escoger su «estado sentimental»
de un limitadísimo menú desplegable (¡fuera matices que aún no sabemos
cuantificar!). Poco importa que un dato erróneo sea aún más
contraproducente que no tener el dato. Lo importante es que el
diseñador del software decide cómo se comporta el mismo. Lo importante
es que, aunque ya no esté de moda recordarlo, el código es la ley.

Digo que se ha olvidado porque cada vez más personas que otrora
defendían al software libre han dejado de hacerlo. Muchos se compraron
un Mac y se enamoraron, tal y como se definiera a sí mismo Miguel de
Icaza en su blog, hace unos meses; Miguel fue figura destacada del
software libre, en el pasado. El discurso migró primero de lo libre a
lo eficiente. Linus Torvalds liberó Linux bajo GPL porque eso era lo
más eficiente, no porque fuera lo más libre. Se habla del Open Source
y el argumento es la eficiencia de innovación, pero no la libertad. Y
si mañana descubrimos que lo más eficiente es usar un Mac, nos
compramos un Mac. Y si ello implica que no nos dejen elegir qué
podemos hacer con el software, así sea. La eficiencia como un becerro
de oro al que adorar y en nombre del cual sacrificar libertades. Y
bueno, es un factor importante, pero el foco debe residir en la
libertad.

No me gustaría personificarlo en nadie (tampoco en Icaza). Cuando hace
unos meses estábamos organizando la Drupal Camp 2012, se evaluó la
posibilidad de hacer un track de charlas menos técnicas, más enfocadas
a software libre en general desde el punto de vista de promoción del
modelo y las libertades que confiere. Y se descartó casi por
unanimidad; como suelo decir, quienes promovimos esa idea perdimos
(aproximadamente) por infinito a 2. La comunidad de software libre
está presente y sus logros son magnos, pero muchos de sus miembros
están en honor a la eficiencia, y no a la libertad.

Y así nos va, con la Linux Foundation lanzando vídeos que ensalzan a
Mac OS X. Mientras, a quienes vivían hace una década de vender
contratos de migración a software libre a las administraciones
públicas les encanta hablar del porcentaje de uso de software libre,
con datos inflados hasta el absurdo de generar titulares que no
representan en absoluto la realidad. Y las cifras son absolutas: «el
navegador más usado, el sistema operativo móvil más usado y el
software de servidor web más usados son libres», repiten quienes
esperan que por repetir mil veces una generalidad, ésta se haga
realidad. Olvidan todos ellos que no es exactamente así: que en los
tres casos se trata de software libre con licencia blanda que es
modificado y derivado en versión privativa por intermediarios que
actúan parasitando el sistema como free riders que toman software
libre y escupen software privativo, y que son estos derivados
privativos los que ayudan a alcanzar esa cuota de uso. Si no lo
entiendes, pregúntate a ti mismo por qué para controlar plenamente tu
móvil con Android tienes que rootearlo (antiguamente habríamos dicho
crackearlo, los términos cambian para definir algo que sigue siendo
esencialmente lo mismo) bajo la amenaza de inutilizar tu dispositivo
de forma irreversible.

Valora tu libertad o estarás condenado a perderla. «No me hables de
política», responden los que no quieren aprender que hasta algo tan
pretendidamente inocente como el precio del pan es una decisión
política. Valora tu independencia en Internet o estarás condenado a
usarla en condiciones precarias. «Déjame de idealismos» responden los
necios que una y otra vez repiten la historia. Y sin embargo hay
esperanza. Pero para ello hay que recuperar el discurso de la
libertad. Si nos quedamos en la eficiencia, sea esta técnica o
económica, cualquier excusa servirá para dar marcha atrás a los logros
obtenidos, como vimos hace un año con la vuelta a software privativo
de la Junta de Extremadura (que había migrado a software libre años
atrás); también en Andalucía, la Junta volvió a SAP.

Hay que situar el foco en el empoderamiento que recibimos al usar
software libre. Eventualmente, además, tendremos software más
eficiente y posiblemente más barato. Pero la clave es la libertad
adquirida. Poner en el centro la libertad reporta más beneficios (y
eliminarla es más complejo) como bien saben en Munich, donde el
balance de sus años de software libre es bien diferente: «la clave
reside en el empoderamiento ciudadano más que en el abaratamiento de
costes». «En lugar de invertir en software, hay que invertir en
formación de comunidad», continúan. Puede parecer una odisea
antimercado, pero nada más lejos: la comunidad así formada, así
empoderada, y así consciente del valor que aporta este empoderamiento,
está mejor preparada para sobrevivir a situaciones adversas. Y eso
incluye adversidades en lo económico y adversidades en lo social. En
la actualidad, no nos faltan ejemplos ni de un caso, ni de otro.

Para ello es necesario volver a hablar de software libre, sin tapujos,
sin sonrojarse y sin miedo de que algún necio haga chistes sobre lo
contento que está con su iPad. Situar a la libertad, a la adquisición
de autonomía y al empoderamiento individual y comunitario en el centro
de nuestros proyectos. Convertirlos en el objetivo y la escala con la
que medir nuestro éxito, yendo más allá del simple ahorro monetario,
aunque éste también sea importante para usar ese recurso escaso (el
dinero) en cubrir necesidades que de otra manera quedarían
descubiertas. Si recuperamos ese mensaje, el software libre tendrá
opciones de recuperar el tiempo perdido y nuestra sociedad podrá ser
más libre para programarse libremente, y no para que nos programen.
Abstraído de su consecuencia, el argumento del software libre puede
resultar frío, quizá incapaz de movilizar el corazón de nadie;
contemplado de forma panorámica junto a la libertad que nos otorga, no
debería dejar indiferente a nadie que tenga corazón. Solamente si
soñamos un mundo más libre podremos, en un futuro, construirlo.

Estamos en 2012 y en muchos aspectos la alfabetización que se hizo a
finales del siglo pasado se ha perdido en el tiempo como lágrimas en
la lluvia. Y sólo ahora (una década después) estamos cosechando las
consecuencias. Por eso creo que ha llegado el momento de recuperar el
discurso del software libre como condición sine qua non para una
sociedad libre. Software empoderador para una ciudadanía empoderada.
Software con lógica distribuida para no caer en la trampa de la Red
que se pierde en la nube; aunque sepamos que la red distribuida no
existe ni existirá, hay que intentar saltar un edificio para lograr
saltar una tapia. Recuperemos el discurso del software libre como el
medio liberador, empoderador, para obtener una sociedad digital más
libre. Está en juego mucho más que un puñado de euros. ¿Qué mundo
quieres tener dentro de diez años?

Categorías:
Software Libre
Etiquetas:
Linux Foundation
Linux
Mac
Apple




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-- 
Enrique M. Verdes
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… Hace ya mucho tiempo, de cuando no vendiamos nuestro voto a ningún
hombre, hemos abandonado nuestros deberes;
la gente que alguna vez llevó a cabo comando militar, alta oficina
civil, legiones— todo, ahora se limita a sí misma y ansiosamente
espera por sólo dos cosas: pan y circo.

Juvenal, Satira 10.77–81


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